La historia de La Luz del Duero es como una parte de la historia de España. Hace más de 110 años, una pareja de gallegos muy jóvenes y recién casados, decidieron emprender el largo viaje hacia la Argentina. Empezaba una nueva vida. Con la ida del tiempo llegaron los hijos. A todos los criaron en el amor a la tierra y sus frutos, porque el abuelo Serafín había sido viñatero en «los Pagos que rodean el Castillo de Peñafiel, cruzados por el río Duero». Así se lo solía contar a sus nietos mirando sus viñas argentinas. Y sucedió entonces como lo relató el poeta, porque el abuelo pidió a sus ramas la promesa de que ellas volverían a los vientos del Norte. La cuarta generación de esa familia volvió a la tierra de los abuelos, a esos «Pagos que rodean el Castillo de Peñafiel», para volcar allí todo lo aprendido junto a las viñas añosas y a los vinos nuevos de Mendoza, en la Cordillera de los Andes.
La Luz del Duero, fundada hace casi treinta años por españoles a los pies del Castillo de Peñafiel, es el «Pago» que sintetiza el corazón de la Ribera del Duero, la Denominación de Origen conocida en el mundo entero por su estilo señorial, y por sus uvas, que pareciera que nacen sabiendo que serán el mejor vino de España.